El astro divino.
Es de San Francisco de Sales esta afirmación: “Entre las prácticas de la religión, la Eucaristía es lo que el Sol entre los astros”. Verdad evidente que salta a los ojos, a esos mismos ojos que no logran fijar el sol, pero que pueden posarse sin dificultad en la blancura acogedora del Pan de vida.
Todas las cosas creadas reflejan algún aspecto del Creador, pero nunca conseguirán abarcarlo por entero. Ni la esplendorosa belleza de una aurora boreal, ni la grandeza de un mar bravío, ni la fuerza irresistible de un león… nada podrá decirnos con precisión lo qué es la esencia divina, aunque sí a manera de sugerencia. Ejemplifiquemos con el sol, aplicando sus cualidades a la Eucaristía; veremos analogías y diferencias dignas de nota:
- El sol es un monarca absoluto que está en el centro de nuestro sistema planetario haciendo que todo gire en torno a él. Igual que Jesús en la Eucaristía, que es la fuente, el centro y la cumbre de toda la vida cristiana.
- El sol genera calor, luz y vida ¿Qué sería de la tierra sin esos atributos? De igual manera, ¿qué sería de la Iglesia sin la presencia real? Sería escalofriante como el clima en el Polo Norte, y oscuridad que provoca desvíos, caídas y muerte.
- El magnetismo del sol potencia la vida y el movimiento de las cosas. También la Eucaristía que vivifica las almas y las comunidades. San Ignacio de Antioquía la llamaba “fármaco de la inmortalidad”.
- A pesar de estar a 150.000.000 de kilómetros de la tierra, el sol es la estrella que nos es más cercana. Como Cristo, infinitamente superior y distante de nosotros y, a la vez, tan próximo y tan íntimo, puesto que se ha hecho carne y se ha hecho pan.
- El sol es la única estrella que se aprecia a simple vista. También Jesús Eucarístico que, siendo un Dios inmaterial e invisible, se ha dejado ver en la encarnación y se insinúa a nuestros sentidos bajo las sagradas especies.
- La visibilidad del sol determina el día y la noche, y los eclipses a que se somete pueden ser totales, anulares o parciales. Así pasa también con las personas: se iluminan o se opacan, en función de la proximidad del sol eucarístico.
- Dicen los estudiosos que el sol se formó hace 5 mil millones de años y que tiene combustible para durar otro tanto. Esta apreciación nos aproxima de la idea de la eternidad de Dios y de su permanencia en la Iglesia mediante la Eucaristía.
- Todos los elementos químicos terrestres han sido identificados en la constitución del astro rey que, por su vez, contiene más del 99 por ciento de toda la materia del sistema solar. Es lo que nos dicen los científicos. Por su parte, la teología nos enseña que Cristo es centro y síntesis del cosmos y que por Él todo fue hecho. La Eucaristía lo contiene en toda la magna realidad de su ser.
- El sol absorbe materia perpetuamente y atrae y fusiona asteroides y cometas. Como la Eucaristía, que hace que se den cita a sus pies tanta gente y a toda hora. Al darse en alimento nos asume como el sol a los cometas.
- La energía que generamos es luz solar acumulada. Del mismo modo, las obras meritorias que hagamos, no son otra cosa que fruto del don de Dios que se nos comunica, especialmente, por la Eucaristía. El misterio eucarístico hace que las personas sean fecundas en sus labores cristianas, como el sol que es capaz de mover con su energía innumerables sistemas de producción.
- Mirar al sol directamente causa ceguera, de la misma manera que ver la aparición de Dios nos llevaría a la muerte. Pero en este punto, con la Eucaristía, es diferente, pues mirar al Santísimo, en su misteriosa y fecunda realidad, vivifica.
- El sol es perpetuamente alimentado por la fusión nuclear de átomos que no se repelen entre sí. De un modo análogo, la vida divina de las Personas de la Santísima Trinidad constituye una intimísima unidad de la que participamos los bautizados, sobretodo en el momento de la comunión sacramental.
- Parece que en el perímetro del sol entrarían un millón de tierras. En el sacramento del amor caben todos los que a Él se acogen. El número millón es figura de la humanidad entera que fue comprada por la Sangre de Cristo ofrecida en el Cenáculo y derramada en el Calvario.
- La energía que el sol produce en un segundo, sería mayor que la que ha sido utilizada por la civilización humana en todos los tiempos. ¿No es esto imagen de la omnipotencia de Dios que se manifiesta en su providencia y, especialmente, en la Eucaristía que hace realidad aquello de que “No soy yo quien vivo, es Cristo que vive en mí”?
- Los efectos de la temperatura y de la presión altísimas del sol, bien como su carga eléctrica y su energía inductiva, son una pálida imagen de la esencia y la potencia divinas, de lo que hace Cristo desde el altar, el sagrario o la custodia: literalmente, todo.
- De vez en cuando se producen tormentas solares en la superficie del sol que condicionan las comunicaciones y toda la existencia de la sociedad. Un poco como sucede con el Corazón eucarístico de Jesús, cuyos latidos pautan la existencia y orientan los destinos del mundo.
- Para evitar los efectos de rayos excesivos del sol sobre pieles débiles, utilizamos bloqueador solar. Para disponer nuestra alma a la recepción del Sol de Justicia, nada como una buena confesión. Pero no son solo nuestros pecados los que impiden la plena identificación con Cristo, es también nuestra insuficiencia. Por eso dice el Sabio: “como la miel daña a los que comen de ella en demasía, así el que se mete a escudriñar la majestad será oprimido por su gloria”.
- El mar, la arena, la nieve y otras materias de la tierra acogen los efectos de sol y, a su vez, los proyectan. De igual manera, el misterio eucarístico impregna todo en la vida de la Iglesia para iluminar y conducir a los fieles a Cristo resucitado, presente en la Hostia.
- El sol tiene virtudes terapéuticas. Dicen los médicos que las personas depresivas mejoran al exponerse al sol, porque su luz estimula la producción de melatonina que es la hormona del buen humor… y el “pan del cielo, contiene en sí todo deleite” como dice la invocación. La Eucaristía es el mejor estimulante; ¡el buen humor humano es tan poca cosa al lado de la alegría sobrenatural!
- El sol tiene sus secretos; mucho se sabe de él, pero mucho más es lo que se desconoce. Así sucede con el misterio inefable que celebramos y adoramos.
1 de marzo de 2012.- Madrid
P. Rafael Ibarguren EP