LAUDA SION

LAUDA SION

A continuación, transcribimos la secuencia “Lauda Sion”, una bellísima meditación-poesía compuesta por Santo Tomás de Aquino sobre el Santísimo Sacramento.

Proponemos al lector que se dé el gusto de saborear cada punto de este himno célebre, verdadero monumento en honra de la Eucaristía, hecho de exquisita piedad y de ciencia insuperable:

1 Alaba Sion, al Salvador, alaba al guía y pastor con himnos y cánticos.
2. Tanto cuanto puedas, oses tú alabarlo, porque está por encima de toda alabanza y nunca lo alabarás condignamente.
3. Nos es hoy propuesto un tema especial de alabanza: el pan vivo que da la vida.
4. Es Él que en la mesa de la sagrada cena fue distribuido a los doce, como en verdad lo creemos.
5. Sea la alabanza plena, retumbante; sea alegre, llena del júbilo del alma. 
6. Porque celebramos el día solemne que nos recuerda la institución de este banquete.
7. En la mesa del nuevo Rey, la pascua de la nueva ley pone fin a la pascua antigua.
8. El rito nuevo rechaza el viejo, la realidad disipa las sombras como el día disipa la noche.
9. Lo que el Señor hizo en la Cena, nos mandó hacerlo en memoria suya.
10. Y nosotros, instruidos por sus órdenes sagradas, consagramos el pan y el vino en hostia de salvación.
11. Es dogma de fe para los cristianos que el pan se convierta en carne y el vino en sangre del Salvador. 
12. Lo que no comprendes ni ves, una Fe vigorosa te asegura, elevándote por encima del orden natural.
13. Debajo de especies diferentes, apariencias y no realidades, se ocultan realidades sublimes.
14. La carne es alimento y la sangre es bebida; todavía debajo de cada una de las especies Cristo está totalmente. 
15. Y quién lo recibe no lo parte ni divide, sino lo recibe todo entero.
16. Ya sea que lo reciban mil, o uno solo, todos reciben lo mismo, ni recibiéndolo pueden consumirlo.
17. Lo reciben los buenos y los malos igualmente, todos reciben lo mismo, sin embargo con efectos diversos: los buenos para la vida y los malos para la muerte.
18. Muerte para los malos y vida para los buenos: ved como son diferentes los efectos que produce el mismo alimento.
19. Cuando la hostia es dividida no vaciles, pero recuerda que el Señor se encuentra todo debajo del fragmento, cuanto en la hostia entera.
20. Ninguna división puede violar las substancias: ¡apenas las señales del pan, que ves con los ojos de la carne, fueron divididos! Ni el estado, ni las dimensiones del Cuerpo de Cristo son alterados.
21. Es el pan de los Ángeles que se torna alimento de los peregrinos: es verdaderamente el pan de los hijos de Dios que no debe ser lanzado a los canes.
22. Las figuras lo simbolizan: es Isaac que se inmola, el cordero que se destina a la Pascua, el maná dado a nuestros padres.
23. Buen Pastor, pan verdadero, de nosotros ten piedad. Sustentadnos, defendednos, hacednos en la tierra de los vivos contemplar el Bien supremo.
24. Oh Vosotros que todo lo sabéis y todo lo podéis, que nos alimentáis en esta vida mortal, admitidnos en el Cielo, a vuestra mesa y hacednos co-herederos en la compañía de los que habitan la ciudad santa. Amén. Aleluya.

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En su obra “Lo Inédito sobre los Evangelios” (Librería Editrice Vaticana, Año 2012, volumen V, pág. 431), el Fundador de los Heraldos del Evangelio, Monseñor Juan Clá Días EP, nos relata cómo nació esta Secuencia:

Urbano VI se encontraba en Orvieto cuando decidió establecer la conmemoración del Corpus Christi. En esa ciudad estaban por coincidencia dos de los más célebres teólogos de todos los tiempos: San Buenaventura y Santo Tomás de Aquino. El Papa los convocó, al igual que a otros teólogos, para encargarles un himno para la Secuencia de la Misa de esa fiesta.

Cuentan que concluida la tarea se presentaron todos ante el Papa y que cada uno debía leer su composición.

El primero en hacerlo fue Santo Tomás de Aquino, que presentó los versos del Lauda Sion.

Acto seguido a esa lectura, San Buenaventura quemó su propio pergamino, no sin dejar espantado a Santo Tomás, que le preguntó “¿por qué?”. El Santo franciscano, con mucha humildad, le explicó que su conciencia no le dejaría en paz si provocase algún impedimento, por mínimo que fuese, a la rápida difusión de tan magnífica Secuencia escrita por el dominico”.

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Como se ve, el “autor” de la meditación de este mes, ha cedido la pluma a dos grandes adoradores de la Eucaristía: uno es, ni más ni menos, Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico, referencia obligada y siempre actual en materia de teología. Y el otro –aunque parezca tan disminuido al lado del Aquinate- es Monseñor Juan Clá Días EP, Fundador de los Heraldos del Evangelio, admirador incondicional de Santo Tomás y también teólogo, propagador incansable del culto al “Pan de los Ángeles que se torna alimento de los peregrinos”. De él, que es su Fundador, el “autor” aprendió a conocer y a adorar a la Eucaristía.

Abril de 2014.- Asunción, Paraguay

P. Rafael Ibarguren EP