La Eucaristía, eje de la piedad católica
En el blog de los Heraldos del Evangelio de Colombia veo un escrito maravilloso que reproduce trechos de una conferencia de un preclaro adorador, el Prof. Plinio Correa de Oliveira. He aquí el link: http://caballerosdelavirgen.org/espiritualidad/la-eucaristia-eje-de-la-piedad-catolica#
Ya que la materia presenta un gran interés, reproduzco trechos significativos.
1.- Al inicio, están referidos los tres aspectos del misterio eucarístico: sacrificio, presencia y alimento: “La Misa es la renovación incruenta del Santo Sacrificio del Calvario, en el cual Nuestro Señor Jesucristo se ofreció como víctima expiatoria por todos los hombres; Él, el Hombre Dios, Inocente, en su naturaleza humana pasó por el castigo que Adán nos mereció, y rescató a todos los hombres.
En el momento en que el sacerdote pronuncia las palabras de la Consagración, la hostia es consagrada, transubstanciándose en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.
De la renovación de este sacrificio del Divino Redentor resulta un don inapreciable: su visita a nuestras almas”.
2.- Luego, la ponencia prosigue con esta idea tan consoladora: Ver al Señor en persona, tocar la orla de su manto u oír su voz… ¡es menos que comulgar!: Si Él estuviese sensiblemente presente – está realmente presente –, y yo pudiese ver, por ejemplo, un pequeño movimiento de su mano divina, y observar su pulso, ¡considerando que allí pulsa el Sagrado Corazón de Jesús, dado que la pulsación del Corazón se refleja en esas venas! De esas pulsaciones divinas vive todo lo que tiene vida en el orden espiritual de las cosas. ¡Qué respeto!
¡Si yo consiguiese, además, tocar el borde de su manto como aquella mujer que se curó al tocarlo! Y si pudiese con ese acto alcanzar, en un momento, el grado de santidad que querría obtener, ¿no sería natural que me alegrase completamente?
Recuerdo las palabras de un salmo, que me parecen una belleza: “…se regocijarán mis huesos humillados”. Un individuo está reducido a huesos, a una calavera; ¿puede estar en una situación más baja? ¡Pero Nuestro Señor dice una palabra y la calavera se rehace, resucita de júbilo!
Las palabras de Él son palabras de vida eterna. ¡Oír una palabra de Jesús! Él está en la Hostia; yo no lo veo, pero creo.
Cuando llega la hora de comulgar, Nuestro Señor estará realmente en mí. ¿Será que Él no me va a decir nada? Sí, en el interior de nuestras almas, Él dirá:
– Hijo mío, cuando dos están juntos, uno siente al otro. ¿Será que cuando Yo estoy en ti no sientes nada? Oye el lenguaje silencioso de mi presencia, que no te habla a los oídos.
A veces el silencio dice de una persona lo que no llega a expresar la fisionomía, las maneras, o el modo de ser o la palabra. “¿Hijo mío, tú sabes eso? ¡Préstame atención! Yo estoy en ti y la gracia te habla. ¿Tú no sientes nada?”
Así es lo inefable de la Sagrada Eucaristía que el alma católica siente. Puedo decir que siento algo que comunica luz, amor, fuerza, y permanece en nuestra alma, aunque a muchos les parezca pasajero.
Gracias a la Sagrada Comunión, la inteligencia se vuelve más perspicaz para los asuntos de la fe; en cuanto al amor, se abre más a todas las virtudes; en relación a la fortaleza, queda más dispuesta a hacer todos los sacrificios y la voluntad de luchar se multiplica por sí misma.
3.- Enseguida, sigue una explicitación de cómo la Misa repercute en el cielo. “Esa es una hora de gran solemnidad, para la cual debemos impostar el alma en una posición de veneración, de gravedad y de seriedad.
A medida en que se acerca la hora de la Consagración, yo no puedo dejar de pensar en lo que debe estar pasando tan solemne, festivo, victorioso y grandioso en el Cielo en ese momento. ¡Qué alegría y qué gloria para Dios! Aun cuando el Cielo y la Tierra hubiesen sido creados para que hubiese una sola Misa, todo estaba justificado.
Al comenzar una Misa, ¿no estarán los ángeles – para emplear un lenguaje antropomórfico – preparándose solemnemente? Me imagino que en ese momento el Cielo debe estar como una corte cuando se va a realizar un acto más grave y más augusto que la coronación de un rey.
Poco después del tintinar de las campanillas, termina la Consagración y el Cielo relucirá de gloria.”
4.- La Santa Misa no solo tiene eco en el cielo; causa terror al demonio y repercute en el infierno: “Estas consideraciones quedarían incompletas si yo no agregase lo siguiente: Aunque de cierto modo toda la Creación haya sido considerada sumariamente, falta algo: el infierno. Cuando se acerca la Consagración, yo me imagino que el infierno queda aterrorizado, debe rugir de odio y le gustaría hacer explotar el mundo para evitar la celebración de una Misa. Él sabe la derrota renovada que sufrirá”.
Estas ideas, que parten de la fe y que se expresan en piadosas meditaciones, nos hablan del carácter militante de la celebración eucarística: misterio celebrado en la tierra que repercute no solo en el cielo sino también ¡y cuánto! en los infiernos.
Junio de 2018.- Asunción
P. Rafael Ibarguren EP