Porcentajes asustadores.
Según un reciente estudio del Centro de Investigación Pew Research, en Estados Unidos el 69% de católicos cree que la hostia y el vino después de consagrados son solo símbolos, y no el Cuerpo y la Sangre del Señor.
Esta noticia fue ampliamente publicada en medios de comunicación en el mes de agosto pasado. Ella es extremamente preocupante porque se trata de la negación por parte de católicos y en amplia escala, de la presencia real de Nuestro Señor en la Eucaristía, una enseñanza central de nuestra fe.
Detengámonos y reflexionemos: siete de cada diez católicos no creerían en la presencia real de Jesús en la Eucaristía, presencia que se da a partir del momento en que se opera la transubstanciación, cuando el sacerdote consagra el pan y el vino en la Santa Misa ¡Estamos hablando de católicos, no de cristianos no católicos, o de ciudadanos en general! Pero… ¿qué clase de católicos son esos? ¡Es de espantar que esto pueda darse!
Sobre esta noticia, se pronunció oportunamente el Obispo Auxiliar de los Ángeles, Mons. Robert Barron, en declaraciones que fueron difundidas por la agencia católica ACI Prensa: “Todo católico formado sabe que esta es una enseñanza del Catolicismo, en la que Jesús está real, verdadera y sustancialmente presente bajo las formas del pan y del vino. Es un principio básico”, indicó.
“Esto representa un fracaso masivo, donde todos somos culpables y en el que me incluyo, de parte de los educadores católicos, catequistas, evangelizadores, profesores”, aseveró. “No encuentro la forma de decirlo ‘bien’, pero si sobre este tema central de nuestra fe y práctica hay un profundo malentendido, hay algo que está yendo sustancialmente mal”, exhortó.
La constatación de esta falla, “debería ser llamado de atención para todos nosotros en la Iglesia: sacerdotes, obispos, religiosos, laicos, catequistas, padres, todos” comentó el Mons. Barron. “Es lo que pasa cuando uno deja lo apologético, lo catequético, lo intelectual… Obtienes que un 75% de nuestra propia gente no cree en la enseñanza central de nuestra fe”.
Además, expresó su preocupación por la cantidad personas que puedan decir “‘”a quién le interesa si las personas no creen en la presencia real de Cristo” siempre y cuando ellos estén comprometidos con la pobreza o la justicia social…”. (Información tomada de ACI Prensa, 8 de agosto de 2019).
Por un lado, el Prelado alude a la oportunidad de una formación que faltó (catequesis, apologética, vida intelectual) y por otro, a la necesidad de no dar argumento a los que piensan que solo interesa que la Iglesia esté comprometida en cuestiones sociales; lo demás serían divagaciones sin mayor trascendencia.
Y sí, hay católicos que piensa eso. ¡Hay teólogos que piensan así! Efectivamente, como dice el Obispo, “algo está yendo sustancialmente mal”, se trata de “un profundo malentendido”, de un “fracaso masivo”.
Ahora, pongamos el dedo en esta llaga y demos un paso más en estas consideraciones; ¿Quién puede garantizar que una encuesta hecha entre católicos de Alemania, de Canadá o de Manila en las Filipinas, por ejemplo, tendría un resultado muy diferente? ¿Será que solo en Estados Unidos es necesario llevar a los católicos a profundizar la fe? ¿No estaremos ante un fenómeno generalizado?
Al oportuno argumento esgrimido por Mons. Barron de la importancia de la formación catequética y de la apologética, agregaríamos otra propuesta para contribuir a sanar este mal: la de fomentar el culto eucarístico promoviendo la abertura de capillas de adoración perpetua en las parroquias.
Sí, porque es profundamente pedagógico para los fieles ver que se adora al Santísimo Sacramento fuera de la Misa, y, por lo tanto, poder concluir que la presencia real… es una realidad, ya que se acude a adorarlo.
En rigor, a los de fe apocada, no les será difícil admitir que durante la Misa Jesús se hace presente sobre el altar, pero probablemente no creerán en la permanencia del Señor fuera de la celebración. Por eso, fortaleciendo la fe a estos, podrían pasar a creer en la continuidad y permanencia de la presencia real. Para lo que colaborará sin duda la existencia de capillas de adoración.
Y aquella gran cantidad de fieles que consideran que la Eucaristía es tan solo un símbolo, al ver que otros hacen adoración con constancia y con piedad, interpelados en sus creencias (o en sus increencias…), se motivarán a admitir la probabilidad de la presencia real. Es apenas un primer paso; pero, justamente, se trata de recomenzar. Esto no va sin el empeño concomitante en una catequesis sistemática. Estas capillas son un complemento de la catequesis; la ilustran y la motivan, siempre y cuando el Santísimo esté expuesto en condiciones adecuadas.
Otros factores están por cierto en la génesis de esa fatal incredulidad, pero por falta de espacio, quedémonos por aquí. Pensemos en la fuerte expresión del Obispo auxiliar de Los Ángeles: “esto representa un fracaso masivo”…
Para concluir, digamos que hay una verdad importantísima que prima sobre las estrategias pastorales y las medidas prácticas a tomar: esta regeneración no podrá realizarse sin el auxilio de la gracia de Dios. Naturalmente, la inteligencia humana podrá concebir y aceptar el misterio. Pero para mover la voluntad –de eso también se trata- es necesario la fe y el amor que son dones sobrenaturales.
Oremos ante el Santísimo para que tantos fieles, americanos o no, vuelvan a una fe robusta, asumiendo las verdades y los compromisos que implica profesarla.
Noviembre de 2019.- Sao Paulo
P. Rafael Ibarguren EP