Plinio Corrêa de Oliveira
Plinio Corrêa de Oliveira nació en São Paulo, Brasil, el 13 de diciembre de 1908.
Hijo del Dr. João Paulo Corrêa de Oliveira, abogado proveniente de una ilustre familia de Pernambuco, y de Doña Lucilia Ribeiro dos Santos Corrêa de Oliveira, oriunda de la
tradicional aristocracia paulista, Plinio pasó su infancia y adolescencia en el sereno ambiente familiar, integrado en la apacible sociedad de la São Paulo de otrora.
En su juventud, se destacó como indiscutible líder católico, por lo cual tuvo una carrera política fulgurante, tornándose conocido en todo el país. Posteriormente fundó un movimiento para luchar por los ideales de la Iglesia, reuniendo numerosos discípulos a su alrededor, a quienes se esforzó en transmitir tanto una sólida formación doctrinal, como el espíritu que lo animaba. Plinio Corrêa de Oliveira falleció el 3 de octubre de 1995, después de una terrible enfermedad.
Un varón que nació y creció a la luz de la inocencia de su madre, Doña Lucilia; un hombre que brilló por su virginidad y su integridad moral.
Un varón llamado a reflejar en sí virtudes armónicas aparentemente opuestas: por un lado, una grandeza extraordinaria y una majestad imponente, que causaban miedo a los orgullosos; y por otro, una bondad acogedora, penetrante y llena de afecto, que atraía…
Un varón dotado de un carisma de discernimiento de los espíritus sin igual, con una visión histórica de la opinión pública, capaz de penetrar individuos, naciones y pueblos. Un varón que, a manera de un árbol nacido entre las piedras, creció en medio de persecuciones, incomprensiones e ingratitudes. Un varón de fe, que defendió, desde las filas del laicado, la honra, la santidad y la infalibilidad de la Iglesia, como nadie lo hizo en su época.
Un varón que, él solo, divisó la situación de la humanidad, discernió el mal que se difundía por todas partes y se irguió contra toda su generación y las sucesivas. Con la fuerza de su convicción desafió el consenso de su tiempo, fue capaz de frenar la corriente e hirió la Revolución, para que, sobre sus escombros, fuese edificado el Reino de María, prometido por Nuestra Señora en Fátima.
Con esta intención ofreció su propia vida, si así lo dispusiese la Providencia, y fue llevado por Dios, después de mil sufrimientos enfrentados con la valentía de un caballero y la determinación de un mártir.
A través de la revista Dr. Plinio, de artículos y videos que iremos ofreciendo, podrán ir conociendo la personalidad de este varón, del cual podemos decir, sin temor a ser desmentidos, que fue “un profeta para nuestros días”.