¡Sagrarios vacíos!
“Oh Santo Cura de Ars, cuyo único consuelo en este mundo era la presencia real de Jesús en el tabernáculo (…)” reza la oración de una novena a San Juan María Vianey. Imaginemos la desolación (si en el cielo pudiera haberla) de nuestro santo al enterarse de esta noticia:
Una diócesis francesa –y no de las menores: Belley-Ars, donde fue párroco el Santo Cura- retira el Santísimo Sacramento de todas las Iglesias y capillas de su territorio, en vista de la ola de robos de sagrarios, copones y Hostias consagradas. En dicha diócesis, solo en los últimos cuatro meses, ha habido nada más ni nada menos que diez profanaciones sacrílegas.
La terrible notica es del 15 de febrero y fue difundida por ACI/EWTN. La ordenanza emitida por el Obispo Diocesano, Mons. Pascal Roland, dice que “el Santísimo Sacramento será retirado de los tabernáculos de todas las Iglesias y capillas parroquiales y será depositado en lugar seguro”, “La puerta de los tabernáculos permanecerá ostensiblemente abierta”, prosigue.
Para las necesidades de la oración pública o privada, explica el Obispo, “el Santísimo Sacramento podrá ser recolocado temporalmente en esos tabernáculos con la condición de que se asegure una presencia suficiente de fieles”.
La condición es muy razonable: no es que haya guardia policial o que se instalen alarmas. Es que “se asegure una presencia suficiente de fieles”.
Aquí se pone el dedo en la llaga del problema. En última instancia, es la insuficiencia (la ausencia) de fieles lo que provoca la profanación. Y, al contrario, es la presencia de fieles lo que asegura la custodia y la adoración.
Es desolador que ante un tesoro de infinito valor haya una tal indiferencia de los feligreses. Eso es más preocupante que la existencia de los profanadores. Estos han existido y merodeado en todos los tiempos. Solo que en el pasado, encontraban más dificultades en perpetrar sus negros crímenes porque había almas devotas y una opinión católica reactiva, coherente.
Hoy, las raras iglesias que permanecen abiertas durante el día -bien entendido, en horas diferentes a la celebración de la Misa- generalmente están vacías; de vez en cuando entra algún curioso, un turista… o un ladrón. Pues ahora los templos de la diócesis de Bellay-Ars estarán superlativamente vacíos: no estará presente el Santísimo, el Señor.
La medida del Obispo es prudente y oportuna. Invita “a cada cristiano a orar por el perdón y arrepentimiento de aquellos que cometieron estos actos. Que esta prueba sea, para todos los cristianos, ocasión de profesar su fe en Cristo, realmente presente en esas hostias consagradas”. Se impone reparar la ofensa y revitalizar la fe.
Nos preguntamos ¿Habrá en cada una de las parroquias de Bellay-Ars suficientes almas eucarísticas para que el Señor sacramentado pueda ser repuesto en el lugar que le es propio? Oremos para que así sea y, para que, habiéndose dado este tristísimo acontecimiento del retiro de las Sagradas especies en esa zona, en otros lugares del mundo los sagrarios no estén tan abandonados.
Es evidente que la retirada del Santísimo será temporaria; nos resistimos a pensar que esa medida pueda mantenerse indefinidamente y/o generalizarse en otros lugares… aunque razones no faltan.
Vamos a sincerarnos más y tengamos el valor de preguntarnos: si la comunidad católica de un lugar específico, descuida su deber de valorar al Santísimo al punto de propiciar los sacrilegios que se van multiplicando en varios lugares del mundo, ¿merece el privilegio de tener la Presencia Real? La respuesta es inmediata y clara: claro que no lo merece. Pero lo que pasa es que ¡Alguien nos lo mereció! Es Cristo muriendo en la Cruz que actualiza su oferta en cada celebración de la Misa. Él se quedó en la Eucaristía precisamente para sanar nuestra enfermiza indiferencia y darnos Vida abundante.
Más que prender y castigar a los vándalos, se trata de motivar y atraer a las ovejas junto al Divino Pastor. La Iglesia en su magisterio y en su pastoral ha multiplicado su solicitud para tocar los corazones. Nueva evangelización, remar mar adentro, salida a las periferias existenciales, pastoral del retorno, comunidad en salida, misión ad gentes, etc.; estas y otras expresiones y emprendimientos buscan fortificar la fe de los fieles: la Evangelii gaudium es un ejemplo reciente. Las asociaciones eucarísticas deberíamos involucrarnos de lleno y con alegría en la misión evangelizadora; lo demás es consecuencia, añadidura.
Esos sagrarios vacíos son un terrible signo de los tiempos.
Que el Santo Cura de Ars -precisamente en el año en que se cumplen 200 años de su ordenación sacerdotal-, él que tanto amó al sacramento del altar, obtenga desde el cielo la normalización de la vida parroquial en su diócesis y el incremento en todo el mundo del amor a la Eucaristía, fuente, centro y meta de la vida cristiana y de la Iglesia misma.
Marzo de 2015.- Asunción
P. Rafael Ibarguren EP